Etapa 2: la Duna de Pilat

Duna de Pilat

Nos despedimos de San Juan de Luz con nubes grises que dejaban sobre sus casas una pátina que hacía más visible ese aire decadente que enamora a los más nostálgicos.

Impregnados de principios del siglo xx, nos encaminamos a la segunda etapa de nuestro tour. Íbamos con recuerdos de balneario, y pensé que tendría glamour desayunar en Biarritz, como la mismísima emperatriz Eugenia de Montijo.

Atasco, lluvia… se nos pasó Biarritz. Terminamos en un bar de carretera con un café y un croissant plastificado que nos costó 10 euros, eso sí, rodeados de dos operarios, uno pasando la aspiradora y otro colocando una televisión, tan poco diestro que se le escapó un arnés y aterrizó en nuestro zumo de pomelo (augurio de ardores). A las diez de la mañana: glamour enterrado. Finiquitado. Desaparecido.

Las Landas

Mientras escuchábamos en el coche Cadena 100—sí, Cadena 100—atravesamos la zona de Las Landas. Maravilloso. Mirar y respirar verde. Tras los cristales llueve y llueve y si sale el sol es porque nos tomamos un segundo café en uno de los pueblos con mas encanto de toda la zona: Lit et Mixe. Su iglesia, su mercadilllo, sus casas que parecen dibujadas (mitad vascas, mitad francesas), su estafeta y su glamour francés. Como nosotros mismos, que somos mochileros pero en un Infiniti y con sandalias de Michael Kors.

Iglesia

Iglesia

Iñaki y Toni

He vuelto a creer en el viaje de riesgo moderado. Sí, he vuelto a vivir lo imaginado y más cuando hemos llegado a la duna más grande de Europa, la Duna de Pylat: 60 millones cúbicos de arena en 87 hectáreas.

Subir, bajar, bañarte en el Atlántico, subir, pensar que ya no puedes ,que 2’7 kilómetros lineal en costa es mucho para la segunda edad… pero cuando ves el azul fundiéndose con el dorado de la arena descubres que el glamour de verdad está ahí, delante de tus ojos.

Duna de Pyla

Duna de Pilat

Etapa 1: Madrid – San Sebastián – San Juan de Luz

San Juan de Luz

Salimos con ilusión, con ganas de Francia, la desconocida o la mil veces vista, con ganas de descubrir cada árbol, cada nube o cada omelette… y lo primero que hicimos, cuando aún no habíamos recorrido 200 kilómetros desde Madrid es parar y hacernos fotos con el mítico Toro de Osborne, aquel que nos repintó el paisaje de nuestra infancia y de nuestro país. Ese precisamente ha sido el primer compañero de viaje, como si antes de llegar a Francia tuviéramos que afianzar nuestra españolidad. Y algo de eso debía de haber en nuestro subconsciente porque la segunda parada ha sido para comer en Milagros unas maravillosas morcillas y unos torreznos de campeonato.

Playa de La Concha

Cargados de hidratos de carbono y tan felices hemos llegado a San Sebastián, que no puede ser mas bonita, incluso con tanta gente que se ha tirado a las calles donostiarras que La Concha, estaba irreconocible. Pero siempre bella.

Desde allí, unos pocos kilómetros más para llegar al final de la primera etapa: San Juan de Luz, un pueblo lleno de rincones, música, colores diferentes, agua y aires hispanos en sus casas, en sus mentes…. tanto, que nos hospedamos en el Hotel Txoko, nuestra habitación se llama Iruña, oímos castellano enredándose con el francés o el euskera y la gente se pasea con un cucurucho de churros o se mete de aperitivo unos pimientos del piquillo. Nosotros hemos cenado unos moules, mejillones con patatas fritas para irnos integrando. Quieren que nos vayamos haciendo a las Galias poco a poco.

Con el sonido de una orquestina de verano en la plaza de San Juan de Luz, vamos dibujando el mañana: Arcachon, La Duna de Pilat y la gran ciudad de Burdeos. Y el agua del Garona bañándola.

San Juan de Luz

San Juan de Luz

San Juan de Luz

San Juan de Luz