Etapa 3: Burdeos

Siempre me gustaron los puentes. Lo unen todo. El Puente de Pierre de Burdeos une lo nuevo con lo de siempre: une razas , religiones, el patinador con el sin techo, el turista y el que va rápido a trabajar… y te lleva a entrar por un arco del triunfo, mas pequeño que el de París pero que la misma Leonor de Aquitania cruzaría orgullosa de su poder y el de los suyos después de siglos.

El vino, el de Burdeos, y el puerto, el de Burdeos. Algún inglés dirá que todo lo tienen gracias a ellos y a su rey Enrique II pero eso lo dejamos para la historia. Porque ahora Burdeos, entrando por ese arco, te lleva a una mezcolanza de culturas y tiempos.

La plaza Cuartier es buena muestra de ello. Preside la Basílica Saint-Michel y ese campanario gótico hexagonal del siglo XV de 114 metros que hace pequeño todo lo que esté su lado. En su falda , cafetines franceses e italianos, música española en un bar de pinchos en que te ofrecen hasta gazpacho «andalou » y sentados en los bancos musulmanes tomando la fresca. Todos juntos. Sin problemas. Serán los puentes.

En Burdeos hay que pasear por la ribera del Garona o surcarlo en uno de los barcos que hay en el muelle. No hay que perderse la Plaza de la Bolsa, la del Parlamento, la Plaza Saint-Pierre, la Puerta de Caliheu (paso para el Camino de Santiago), el Museo del Vino y todos los edificios del casco histórico que cuentan en cada piedra los siglos que pasaron. Aunque mi abuela diría que se necesita una mano de pintura o agua y jabón. Una restauración que se hizo en 2003 pero habrá que ampliar para que quede todo niquelado como nuestro Pórtico de la Gloria.

Salimos de Burdeos no por el puente de Pierre, porque es peatonal, sino por su hermano joven que están terminando de acicalar y que nos retrotrae al Madrid de Gallardón, todos buscando el tesoro pero que al final cuando se terminan las obras se encuentra el esplendor de una ciudad.

Camino a La Rochelle nos adentramos en viñas y chateaus… y durante kilómetros el paisaje es una viña, un chateau… cien mil vides, un petit chateau, trescientas mil vides, otro gran chateu… y de todo hay en el mundo de los chateaus: algunos impresionantes y otros más de andar por casa.

Se puede elegir., aunque nos quedamos con los pueblitos rodeados de girasoles, de vides con estampas que solo puedes ver cuando viajas a pie o en coche pero sin prisas. Parando donde puedas brindar con un buen vino de Burdeos.